Gabriel García Márquez y la dependencia automotriz de las ciudades.

Hace cosa de un año leí Crónica de una Muerte Anunciada del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Es una novela corta que se puede leer en un día y narra a forma de crónica periodística el asesinato de Santiago Nasar a manos de los hermanos Vicario, quienes buscan venganza por la deshonra que Santiago había presuntamente causado a su hermana Ángela. Esta información se conoce desde el principio del libro, pues este sigue una narrativa no lineal. Sin embargo, la revelación de esta tan relevante información de forma tan prematura no perjudica para nada a la novela, de hecho, la enriquece.

Gabriel García Márquez destaca por su tan meticulosa descripción de escenarios, que consigue que el lector visualice un espacio usando solo palabras. La importancia de los escenarios en sus obras son tan relevantes que incluso llegan a eclipsar a la historia en sí. Es por esto por lo que los lectores leen Crónica de una Muerte anunciada incluso sabiendo como acaba la historia desde el inicio. La historia toma lugar en Riohacha, un pequeño pueblo costero al norte de Colombia. Aunque este basado en una ciudad real, la Riohacha del libro es completamente ficticia, lo que le otorga al autor completa libertad para diseñar los espacios.

El pueblo está diseñado para fomentar la interacción humana y el sentimiento de comunidad. Este tiene una plaza en el medio donde los escasos habitantes se reúnen y se conocen. A lo largo del libro, se puede apreciar que todos los personajes son distintos ciudadanos del pueblo, con profesiones e intereses diferentes. Sin embargo, a pesar de las aparentes diferencias entre los habitantes de Riohacha, todos se conocen, y hablan e interactúan. Esto es gracias al diseño del pueblo, que sigue la jerarquía típica de la época colonial española, donde se colocaba en el centro del pueblo una plaza con una iglesia y sitios de interés alrededor, lo que obligaba a los ciudadanos a desplazarse al centro, formando así un corazón social. En el libro, esta plaza guarda especial relevancia porque es donde se colocaba el mercado y donde Santiago Nasar fue asesinado frente a todo el pueblo.

Plaza central de un pueblo colonial. Imagen sacada de iStock

El urbanismo actual debería tomar ejemplo de este tipo de pueblos, donde se prioriza el sentimiento de comunidad. Cada vez más, el urbanismo busca aislar a los ciudadanos en el recinto familiar, obviando la necesidad de espacios sociales accesibles a pie. Cada barrio debería tener un centro social accesible sin la necesidad de coche. Y no hablo de un parquecito con cuatro bancos grafitteados en los que nadie se sienta, hablo de una zona en la que haya vida y tránsito. Para eso, se deben colocar comercios necesarios como panaderías o cafeterías que hagan que la gente necesite pasar por ahí, así como zonas agradables y con sombra que inviten a los transeúntes a quedarse.

Esto en la actualidad no se hace porque elimina la necesidad de tener un coche y, la ausencia de coches, significaría un impacto en los beneficios de muchas empresas. Se han propuesto ideas para el diseño de ciudades que tratan de disminuir el uso de coches, como las denominadas «ciudades de 15 minutos», que, como el propio nombre indica, son ciudades en las que todo esencial como tiendas, colegios, etc. estén en un radio de 15 minutos andando. Esta idea no se ha implementado aún porque no se ha tenido el apoyo necesario, pues hay quienes argumentan que esta doctrina de diseño urbano pretende coartar nuestra libertad. Estar encerrado en el tráfico por horas dentro de un cubo de metal con sillones durante horas desde luego no es mi idea de libertad. Libertad salir de casa y poder ir a donde necesites por tu cuenta, sin tener que depender del precio de la gasolina o del mantenimiento de tu coche, pero mientras hayan empresas masivas que se lucren del transporte automotriz, el diseño de ciudades va a seguir teniendo en cuenta a los coches antes que a los humanos.

Ilustración de una ciudad de 15 minutos. Imagen sacada de rojoynegro.info